Todo lo que podemos hacer es, de una forma astuta, introducir algo que ellos no puedan detener
Hoy vamos a ver por qué Bitcoin es ese “algo” que se ha introducido de forma astuta y que ellos no pueden detener.
“No creo que vayamos a tener una buena moneda de nuevo, antes de que tomemos el asunto de las manos del gobierno. No podemos tomar el asunto violentamente de sus manos. Todo lo que podemos hacer es, de una forma astuta, introducir algo que ellos no puedan detener” Friedrich Hayek
Por alguna razón esta frase viene a mi mente de manera recurrente como una especie de mantra al respecto de por qué Bitcoin va a triunfar. Porque para mi Hayek es un visionario, con una gran intuición, una especie de Darwin pero de la economía y la sociología. Y cuando expuso esa idea nos estaba indicando el camino a seguir, algo que Satoshi Nakamoto pareció entender muy bien, pero que no todos los bitcoiners aceptamos cuando nos mostramos inquietos al respecto del devenir de Bitcoin.
También me gusta la idea de que Satoshi Nakamoto al crear Bitcoin lo que hizo fue liberar al genio de la lámpara y que no hay forma humana de devolverlo a su lugar, por mucho que nos empeñemos. Aunque no cabe duda de que los bitcoiners estamos encantados de que el genio por fin sea libre, sin embargo los Estados no piensan lo mismo, porque lo ven como una amenaza a su hegemonía sobre el dinero.
Porque realmente no existe una razón para que el dinero tenga que ser algo que controlen los estados, como proponía el propio Hayek a través del libro La desnacionalización de la moneda, las empresas también tendrían que tener la posibilidad de emitir su propio dinero y de esta forma entrar en competencia con el dinero ya existente, hasta que el mercado se decantase por la mejor o las mejores monedas, que serían las que se acabarían imponiendo.
Y esto es lo que está ocurriendo con Bitcoin, porque tras proponer Hayek la idea en 1976, algunas empresas financieras, energéticas, de comercio, o tecnológicas como Microsoft o Google podrían haber intentado crear su propio dinero, como quiso hacer Facebook con Livra, pero el problema es darse de bruces con la regulación estatal al respecto de temas financieros, que aunque en la mayoría de los casos no prohíban específicamente la aparición de otras formas de dinero, en la práctica sí que lo impide.
Entonces es cuando se entiende perfectamente la desaparición de Satoshi Nakamoto una vez que había quedado suficientemente clara la estabilidad de Bitcoin en lo que a tecnología se refiere y qué decir del hecho de que el creador decidiese permanecer siempre en el anonimato, precisamente para evitar uno de los principales puntos de fallo que puede tener cualquier iniciativa que dependa de una o varias personas, no solo por los posibles ataques que puedan recibir sino también por otros problemas por ejemplo los relacionados con la corrupción.
Satoshi llegó, hizo el trabajo y se marchó. De manera quirúrgica, sin dejar ningún fleco y sobre todo habiendo sido capaz de atraer a su causa a una gran cantidad de personas con el convencimiento necesario como para aportar muchísimo valor con el desarrollo del software, la creación de la infraestructura tecnológica y la divulgación de la idea.
Y lo que mejor hizo Satoshi, más allá del desarrollo de la propia tecnología, fue articular el sistema de incentivos necesario para lograr el altísimo nivel de descentralización del que ahora disfruta la red, que es lo que lo hace inigualable e imbatible. Hasta el punto que Satoshi confiaba que una vez terminase el incentivo para los mineros que ganan los nuevos bitcoins, la red seguiría siendo segura gracias a muchos nodos que contribuirán a la descentralización a cambio de comisiones de las transacciones o simplemente por ayudar al sostenimiento de la red.
Por lo tanto, lo que Satoshi hizo muy bien fue no intentar “tomar el asunto violentamente de sus manos”, ya que no se presentó como ningún liberador de la tiranía del Estado ni habló de Bitcoin como el fin del dinero fiat, sino simplemente como un dinero alternativo en el que no es necesaria la confianza ni los intermediarios.
Entonces lo que ha ocurrido después es que Bitcoin se ha ido extendiendo como la pólvora, por todo tipo de lugares y de todo tipo de formas, algunas incluso que habrían sido imposibles de predecir en sus inicios, como por ejemplo que los estados financien proyectos de investigación como los de Sergi Delgado o Ricardo Pérez-Marco, que seguramente sean solo un ejemplo de otras muchas personas que están contribuyendo al éxito de Bitcoin mientras trabajan para el Estado.
Y otro ejemplo de cómo Bitcoin se ha ido extendiendo a lo largo de todo el sistema económico y social lo encontramos en las empresas de Bitcoin que han recurrido a los mercados financieros tradicionales para financiarse, como son los casos de algunas empresas de minería como Marathon y casas de cambio como Coinbase, a lo que hay que sumar los ETF y otros productos financieros vinculados con Bitcoin.
Finalmente hay otro aspecto a considerar al respecto de cómo Bitcoin puede acabar siendo lo que permita que “que tomemos el asunto de las manos del gobierno” y es la propia codicia de los gobiernos. Porque lo que parece estar quedando claro por el momento es que la mayoría de gobiernos que aún no han prohibido el uso de Bitcoin lo que sí que han hecho ha sido intentar sacar provecho de ello, considerando que se trata de algo parecido a una acción de una empresa y que por lo tanto aquel que gane dinero por ello debe pagar los impuestos correspondientes al Estado.
Lo que ocurre aquí es que Bitcoin no es la acción de ninguna empresa, como sí que pueden ser las criptomonedas o altcoins, sino que se trata ni más ni menos que de una tecnología que lo busca es desintermediar el dinero y de esta forma si triunfa, no quedará otro remedio que acabar desplazando al dinero fiat, al menos en lo que a depósito de valor se refiere y seguramente también como medio de intercambio, ya que para eso fue concebido. Todo un ejemplo de teoría de juegos, donde parece que pocos políticos se atreven a mover ficha, contra lo que podría convertirse en su peor enemigo.