La Rebelión de Atlas, un libro muy duro, casi tanto como 1984, que nos muestra cómo la sociedad entera puede sucumbir si se deja llevar por la codicia de los políticos, a los cuales muy acertadamente llama saqueadores.
El discurso final de John Galt lo dice todo:
Mis palabras finales van dirigidas a aquellos héroes que siguen escondidos en el mundo, aquellos que continúan siendo mantenidos prisioneros, no por sus evasiones, sino por sus virtudes y su desesperada valentía. Mis hermanos en espíritu, cotejad vuestras virtudes y la naturaleza de los enemigos a quienes estáis sirviendo. Vuestros destructores os retienen por medio de vuestra persistencia, vuestra generosidad, vuestra inocencia, vuestro amor..., la persistencia que lleva sus cargas..., la generosidad que responde a sus gritos de desesperación..., la inocencia que es incapaz de concebir su maldad y les otorga el beneficio de cada duda, rehusando condenarlos sin comprender e incapaz de comprender sus motivos..., el amor, vuestro amor por la vida, que hace que penséis que ellos son hombres y que también la aman. Pero el mundo de hoy es el mundo que ellos querían; la vida es el objeto de su odio. Abandónalos a la muerte que adoran. En nombre de tu magnífica devoción a esta Tierra, déjalos, no agotes la grandeza de tu alma en conseguir el triunfo de la maldad de ellos. ¿Me oyes..., amor mío? En nombre de lo mejor que hay en ti, no sacrifiques este mundo a quienes son lo peor de él. En nombre de los valores que te mantienen vivo, no dejes que tu visión del hombre sea distorsionada por lo feo, lo cobarde, lo necio que hay en los que nunca han merecido ser llamados hombres. No dejes de tener presente que el estado apropiado al hombre es una postura erguida, una mente intransigente y un paso que recorre caminos ilimitados. No permitas que tu fuego se extinga, chispa tras irremplazable chispa, en los desahuciados pantanos de lo aproximado, lo casi, lo aún no, lo nunca jamás. No dejes que el héroe en tu alma perezca, en solitaria frustración, por la vida que merecías pero nunca has sido capaz de alcanzar. Examina tu recorrido y la naturaleza de tu batalla. El mundo que deseabas puede ser alcanzado, existe, es real, es posible, es tuyo. Pero ganarlo requiere tu total dedicación y una ruptura total con el mundo de tu pasado, con la doctrina de que el hombre es un animal sacrificable que existe para el placer de otros. Lucha por el valor de tu persona. Lucha por la virtud de tu orgullo. Lucha por la esencia de lo que es el hombre: por su soberana mente racional. Lucha con la radiante certeza y la absoluta rectitud de saber que tuya es la Moralidad de la Vida y que tuya es la batalla por cualquier logro, cualquier valor, cualquier grandeza, cualquier bondad, cualquier alegría que alguna vez haya existido sobre la Tierra. Vencerás cuando estés dispuesto a pronunciar el juramento que yo hice al comienzo de mi batalla; y, para quienes quieran saber el día de mi retorno, lo repetiré ahora para que lo oiga el mundo... “Juro, por mi vida y mi amor a ella, que jamás viviré para el provecho de otro hombre, ni le pediré a otro hombre que viva para el mío”.
Me encantaría no tener que tratar aquí estos temas de política, porque durante años he hecho lo posible por mantenerme apartado de ellos, pero cuando comienzas a entender el verdadero valor de Bitcoin y sus connotaciones a nivel económico y social te das cuenta de que muchas cosas deberían cambiar en pro de recuperar la soberanía personal. Solo espero que Bitcoin sea la palanca que necesitamos para recuperar nuestra libertad y no tengamos que acabar huyendo a los bosques como Henry David Thoreau.
Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida... para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido.